Tumbleweed

Julieta No Capuleto
4 min readFeb 16, 2021

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No sé si volviste o te hice volver.

Estoy escribiendo esto porque el año pasado mi camino estaba lleno de piedras que no podía escalar porque soy muy torpe y no podía empujar porque soy muy débil. Mientras esperaba sentada que me lleve alguna tormenta o que me derrita algún rayo de sol, conocí a alguien que me enseñó que yo misma podía limpiar mi camino y ablandar las piedras, sin tener que dejar mi corazón. Cuando pude avanzar, te dejé atrás, pensando que eras una de esas piedras grandes que ahora eran blandas y que estaban siendo absorbidas por el suelo.

Apenas te dejé, me encontré con otra piedra más chiquita, que era muy parecida a todas las otras piedras, pero que era mía y estaba cerquita. Pensé que sería bueno tener algo sólido para mí, pero que no sea tan grande como para impedirme avanzar y obstaculizar mi camino. Pensé que la piedrita se iba a mover rápido y que, de última, yo la podía ir pateando, pero me di cuenta de que a pesar de ser chiquita, seguía siendo piedra, y las piedras no vuelan como yo quería volar y, para colmo, hacen un contrapeso horrible que te tira para abajo cuando empezás a ver la nube que querés alcanzar. Le di una patada para que se fuera a un costado y seguí caminando, sintiéndome mal porque ya no tenía nada, ni siquiera esa cosita pequeña que me hacía sentir que yo era dueña de algo sólido.

Pero mi camino estaba libre, eso era lo que me importaba. Sentía el viento desde todos los ángulos, el sol me alcanzaba, pero me podía mover para evitarlo, y la lluvia me empapaba, pero la necesitaba para poder crecer. Fue en una de esas tardes de sol, en las que ni siquiera recordaba el tiempo que había pasado varada esperando que desaparecieran las piedras cuando apareciste otra vez. Ahí me di cuenta de que nunca habías sido piedra, sino una planta rodadora del desierto, tumbleweed, como le dicen los ingleses. Dura, áspera, con puntas filosas, capaz de lastimar, pero volátil y manejable. Empezaste a rodar paralelo a mi camino, no hacías nada, pero no me dejabas en paz. Siempre estabas ahí, porque estabas seco, pero no eras demasiado especial sin compañía. Nadie te iba a mirar si vagabas solo por el desierto, pero al lado mío hacías un contraste. Necesitabas nutrirte de mi alegría e incomodar mi camino para sentir que eras protagonista de alguna historia.

Nunca paré, pero empecé a caminar con un nudo en la garganta. Porque no me estabas haciendo nada, ni siquiera me estabas impidiendo avanzar. Pero era tu decisión moverte un poco y empezar a pincharme los tobillos desnudos, haciendo todo más difícil. Es difícil avanzar sabiendo que si caes o no depende solamente del humor de una persona.

Pasó más de un año, pero menos de dos, y nada querría yo más en el mundo que que no me estuviesen saliendo estas palabras, porque tiempo atrás no tuve palabras que decirte. Tal vez mi cerebro sabía que no las querrías escuchar y mi corazón sabía que no las querrías descifrar, entonces mi cuerpo ni siquiera quiso tomarse la molestia. Te escribí algo alguna vez, no recuerdo bien qué, solamente que el resultado no me gustó y que lo sentía vacío con lo que le había escrito a algunas personas que se lo habían merecido mucho menos.

En ese momento me daba miedo, porque es fácil escribirle a una persona que te amó durante cuarenta años y mostrarlo al mundo, pero es difícil escribirle a una persona a la que vos ni siquiera amaste cinco segundos, pero a quien tenés millones de cosas que decirle. También me daba miedo porque ponerlo en palabras significa que fue real, y que esa historia va a seguir viva incluso cuando yo me muera. Sólo recuerdo que te llamé mi hombre-niño, porque yo ya lo había pensado, pero Lana Del Rey lo confirmó con su canción. Fuiste el más grande de todos los hombres que quise y también fuiste el más chiquito. Fuiste tal vez también el que más valió la pena, no porque fueses menos cruel, sino porque fue la primera vez que me topé con alguien cuya crueldad tuviese motivos. Me gustaría que alguna vez mis palabras no te enfurecieran, porque así hubiese sido mucho más fácil remendar nuestra conexión. También me gustaría que supieras lidiar con las emociones porque no fuiste ni cerca la persona más maravillosa que quise ni que me quiso, pero fuiste el que yo elegí, aunque vos no me elegiste a mí porque no te gusta tomar decisiones. Tal vez estaría más tranquila si hubieses preferido a alguien más, pero es aún más doloroso que te cambien por el aire.

Nunca quise compartir mi vida con nadie porque nunca sentí que alguien tuviese el potencial de entenderme.

Cuántos quisieron hacer de cuenta que me entendían y ni siquiera llegaron al potencial. Yo sé que vos lo tenés adentro tuyo, pero trabajarlo implicaría romperme en mil pedazos y ahora tengo demasiado camino libre para sentarme a esperar.

Me dijiste que no escriba sobre vos, y la verdad no se me había ocurrido hasta que esas palabras salieron de tu boca. Escribo esto porque es lo único que puedo hacer ahora que te volvió a llevar el viento. Porque me pregunto si volverás y también me pregunto si quiero que vuelvas. Ninguno de los dos parece entender cómo funciona la historia, porque a mí la planta rodando me hace sentir incómoda, pero cuando se va me siento bastante sola. Tener otra figura en el medio del desierto a vos te desata la furia, pero cuando me voy no tenés nada sobre lo que descargar tu ira y el contraste ya no se siente y convierte tu vida en una muy aburrida.

En realidad sí sé. Sé que no quiero que vuelvas. Sé que antes quería y que estaba muy triste por lo que pasó, pero muy contenta porque sabía que todo eso solamente iba a atarme y yo necesitaba ser libre pero no podía cortar mis propias cadenas. Ahora siento que puedo cortarlas yo misma, porque vi mi camino sin piedras y no quiero que nada jamás lo vuelva a tapar.

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